Un día de escarcha
Aún no entiendo el porqué Caleb hizo todo esto, aquí estoy mirándolo a los ojos intentando averiguarlo, pareciera que al fin me demuestra la transparencia que busqué toda la mañana en su mirada…
Era una mañana nublada en las colinas del volcán, como es normal a estas alturas, el paisaje intentaba transmitir frescura y tranquilidad, de los arbustos guindaban como cristales pequeñas gotitas del rocío de la madrugada y reflejadas en ellas el gran coloso, como un gran gigante amigable y sereno.
Pero todo este ambiente no era posible admirarlo todo por culpa de esa neblina…esa neblina que no era como la de todos los días. Estaba muy turbia y casi de un color verdusco, transmitía un sentimiento de putrefacción y repugnancia, podías sentir como la brisa se pegaba a tu piel, dejándote esa sensación pegajosa ajena a la brisa fresca que desearías sentir en tu piel.
Pareciera que no solo yo me di cuenta de esto, sino que Caleb también representaba desprecio en su cara, pero en el momento que descubrió que lo analizaba cambió su expresión abruptamente y con una sonrisa hipócrita me dijo:
-Linda mañana, ¿verdad? Ojalá y se mantenga así hasta que lleguemos a la cima, es larga la caminata.
Con una sonrisa aún más falsa le di la razón pero dentro de mí nacía una gran desconfianza. ¿Por qué me dice este tipo de cosas si sé bien que podía sentir lo mismo que yo? ¿Acaso será que me oculta algo?-pensaba-
Tuve que sacarme estas ideas de la cabeza e iniciar la caminata, él no podía notarme nervioso, preferí ocultarlo y esperar que iba a suceder en el transcurso del día.
Fuimos caminando por el sendero que llevaba directo al cráter, a excepción de esa inmunda neblina de la que no podías escapar por más que lo quisieras no había nada fuera de lo común, era un camino pedregoso y zigzagueante lo que lo hacía sumamente agotador, la falta de oxígeno provoca un gran pesar en tu respiración, tus pies lloran por la cantidad de piedras que hacen que resbales casi a cada paso y tener que caminar dando vueltas te frustra.
-¿Por qué no caminamos en línea recta?-pregunté-
-Porque la inclinación haría que casi toques tu nariz al piso y no creo que cuentes con equipo para ponerte a escalar.
Llevábamos casi tres horas cuando el olor a azufre empezó a nublar mi mente, este aroma combinado con la neblina se convertía casi en un ente vivo que atentaba contra mí. Mi cabeza comenzó a hacerme jugarretas, miraba sombras entre los arbustos, cientos de ojos me atravesaban con su mirada, oía voces desde lo profundo del coloso, casi podía reconocer gritos desgarradores como los de una alma en pena.
Fue muy tarde cuando un claro en mis alucinaciones me permitieron darme cuenta que habíamos llegado a la cima, con mis nervios de punta y mi vista nublada resbale a un barranco, estrepitosamente caí sobre varias piedras escarpadas y filosas, mi nuca reventó contra una de ellas….
Con mis últimos respiros y mi cuerpo en shock por el gran dolor miré hacia arriba y ahí estaba él, mirándome fijamente a los ojos, tranquilo y sereno. No había resbalado, él me había empujado por alguna razón que yo desconocía y ahora esperaba que yo muriera desangrado.
Esa atmósfera de mortandad que había percibido toda la mañana era la que mi cuerpo crearía al descomponerse, fue una fatal premonición que por idiota o por confiado nunca pensé, no esperaba esto, ahora tengo que esperar que mi sangre termine de fluir mientras observo fijamente sus ojos…. ¿Qué está pensando?...
Era una mañana nublada en las colinas del volcán, como es normal a estas alturas, el paisaje intentaba transmitir frescura y tranquilidad, de los arbustos guindaban como cristales pequeñas gotitas del rocío de la madrugada y reflejadas en ellas el gran coloso, como un gran gigante amigable y sereno.
Pero todo este ambiente no era posible admirarlo todo por culpa de esa neblina…esa neblina que no era como la de todos los días. Estaba muy turbia y casi de un color verdusco, transmitía un sentimiento de putrefacción y repugnancia, podías sentir como la brisa se pegaba a tu piel, dejándote esa sensación pegajosa ajena a la brisa fresca que desearías sentir en tu piel.
Pareciera que no solo yo me di cuenta de esto, sino que Caleb también representaba desprecio en su cara, pero en el momento que descubrió que lo analizaba cambió su expresión abruptamente y con una sonrisa hipócrita me dijo:
-Linda mañana, ¿verdad? Ojalá y se mantenga así hasta que lleguemos a la cima, es larga la caminata.
Con una sonrisa aún más falsa le di la razón pero dentro de mí nacía una gran desconfianza. ¿Por qué me dice este tipo de cosas si sé bien que podía sentir lo mismo que yo? ¿Acaso será que me oculta algo?-pensaba-
Tuve que sacarme estas ideas de la cabeza e iniciar la caminata, él no podía notarme nervioso, preferí ocultarlo y esperar que iba a suceder en el transcurso del día.
Fuimos caminando por el sendero que llevaba directo al cráter, a excepción de esa inmunda neblina de la que no podías escapar por más que lo quisieras no había nada fuera de lo común, era un camino pedregoso y zigzagueante lo que lo hacía sumamente agotador, la falta de oxígeno provoca un gran pesar en tu respiración, tus pies lloran por la cantidad de piedras que hacen que resbales casi a cada paso y tener que caminar dando vueltas te frustra.
-¿Por qué no caminamos en línea recta?-pregunté-
-Porque la inclinación haría que casi toques tu nariz al piso y no creo que cuentes con equipo para ponerte a escalar.
Llevábamos casi tres horas cuando el olor a azufre empezó a nublar mi mente, este aroma combinado con la neblina se convertía casi en un ente vivo que atentaba contra mí. Mi cabeza comenzó a hacerme jugarretas, miraba sombras entre los arbustos, cientos de ojos me atravesaban con su mirada, oía voces desde lo profundo del coloso, casi podía reconocer gritos desgarradores como los de una alma en pena.
Fue muy tarde cuando un claro en mis alucinaciones me permitieron darme cuenta que habíamos llegado a la cima, con mis nervios de punta y mi vista nublada resbale a un barranco, estrepitosamente caí sobre varias piedras escarpadas y filosas, mi nuca reventó contra una de ellas….
Con mis últimos respiros y mi cuerpo en shock por el gran dolor miré hacia arriba y ahí estaba él, mirándome fijamente a los ojos, tranquilo y sereno. No había resbalado, él me había empujado por alguna razón que yo desconocía y ahora esperaba que yo muriera desangrado.
Esa atmósfera de mortandad que había percibido toda la mañana era la que mi cuerpo crearía al descomponerse, fue una fatal premonición que por idiota o por confiado nunca pensé, no esperaba esto, ahora tengo que esperar que mi sangre termine de fluir mientras observo fijamente sus ojos…. ¿Qué está pensando?...
-La Gelatina de las Galaxias
